lunes, 14 de noviembre de 2011

Neurofisiología y la Música

La música, como toda percepción sensorial, requiere la traducción de los estímulos sonoros en fenómenos eléctricos y químicos, que son los únicos que pueden circular por el interior del cerebro. El oído no puede recibir el origen de la música, sea un violín, un piano o una canción, sino las ondas sonoras que hacen vibrar el tímpano iniciando fenómenos fisiológicos que viajan por las vías nerviosas acústicas, modificando sus cualidades físicas y químicas debido a la intervención de numerosos agentes intracerebrales, hasta llegar a las estructuras centrales que perciben, consciente o inconscientemente, los sonidos musicales. Se inicia entonces otra seria de estímulos nerviosos que pueden dar lugar a manifestaciones exteriores de conducta, o interiores intracerebrales.





El hecho de que la música ejerce una poderosa influencia en todos los animales así como en los seres humanos de los más distintos países tiene una fácil explicación: los mecanismos fisiológicos de percepción auditiva tienen un origen genético y son muy parecidos en casi todos los seres vivientes, sin distinciones de especie, raza, sexo ni cronologías. Otro tema es el por qué los estímulos musicales son en general placenteros y pueden influir sobre la mayoría de los individuos. La explicación hay que buscarla en la fisiología y en la psicología humanas. Lo que se hereda no es la música, sino la estructuración genética del cerebro con el establecimiento de vías preferenciales de aprendizaje. Existe una influencia recíproca entre la histología cerebral y las recepciones sensoriales del medio ambiente. Los niños prodigio como:


 







Mozart







 Haydn, Bach y como Yehudi Menuhin que tocaban el violín antes de la edad escolar, o que sabían usar el piano antes de que sus pies alcanzaran los pedales, tienen ciertamente una dotación especial en sus genes que les permite desarrollar precozmente vías nerviosas con sorprendente capacidad musical. Mozart, a los 8 años de edad fue examinado por el Dr. Barrinton y en sus conclusiones comunicadas a la Royal Society en 1779 se reconocía su talento musical, sin la existencia de cualidades especiales en otras facetas neuropsicológicas. La corteza motriz de un violinista consumado necesita poseer habilidades determinadas por la rapidez de movimientos, el control motor y la capacidad de expresar el material guardado en la memoria. Estas habilidades sólo se adquieren por la repetición en la ejecución musical, pero están favorecidas por la inexistencia de vías nerviosas preferenciales. La corteza motriz de un buen violinista tiene que ser diferente de la de un albañil. Los niños con talento precoz musical, tienen que recibir una educación especial para evitar que se aburran en la escuela.

Hay un error anatómico y funcional que aparece en casi todas las publicaciones y que es compartido por la gran mayoría de los científicos, suponiendo que el cerebro es un conglomerado de neuronas sostenidas y alimentadas por una masa de células de glía. En realidad el cerebro se compone de dos sistemas y podemos decir que junto al cerebro neuronal existe el cerebro glial. 






El merecido éxito de la teoría de la neurona de Cajal ha contribuido no poco a sobrevalorar la importancia fisiológica de las neuronas, pero conviene saber que el cerebro tiene una gran abundancia de microglías, astrocitos, oligodendroglia y otras células gliales, cuyas funciones son poco conocidas, aunque deben tener la mayor importancia para la fisiología del sistema nervioso, incluyendo la memoria y el aprendizaje. Existen genes gliales que activan los factores de crecimiento celular, el desarrollo de los receptores cerebrales de glutamo (que son los máximos responsables para la transmisión sináptica), la generación de ondas de calcio, la transferencia de investigación han demostrado que las células de glía son enormemente complejas, pudiendo detectar y procesar señales de modo parecido a como lo hace el sistema de comunicación interneuronal. Parece ser que la transmisión rápida de señales es fundamentalmente neuronal, mientras que las células de glía modulan sucesos más lentos que no transcurren en milisegundos, sino en segundos o minutos. Este último sistema tendría un papel fundamental en la educación infantil.

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